domingo, 10 de febrero de 2013

La curiosidad mató al gato, pero no al traductor.

Los domingos son un buen día para la reflexión. Hoy en concreto he estado pensando que sin duda alguna, un requisito para ser un buen traductor es ser curioso. 
El traductor es curioso por vocación, que no por naturaleza. No sabe de nada pero sabe de todo, lee blogs útiles, inútiles y superinútiles buscando información que quizá le sirva para algo, quizá no. Surfea la red como un auténtico profesional en Bondi Beach a la pesca de datos de todo tipo, documentándose para una breve traducción, como si lo hiciera para escribir un libro.
Dada su curiosidad, el traductor lo es todo y no es nada. Es un poco físico cuántico, un poco neurocirujano, farmacéutico, historiador, señor que escribe en las cajas de cereales... Pero sobre todo, el traductor es amante de las letras y amante de su profesión, vocacional como ninguna.
Un traductor sin curiosidad es como un coche de los '80, de aquellos a los que les costaba un buen rato arrancar: al final funciona, pero a trancas y barrancas.
Por eso os digo que la curiosidad mató al gato, pero no al traductor.

1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo. Yo no se qué haría sin Wikipedia, puedo pasarme horas pasando de un artículo a otro...

    ResponderEliminar